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Sección Cuentos Cortos

enero 1, 2009

Comenzando de Nuevo

 

Aquella mañana Roak se levantó preocupado: el sueño recién soñado se le escurría rápidamente a medida que despertaba.

A veces imaginaba ambos mundos habitados por criaturas condenadas a rozarse solo en los umbrales, en los crepúsculos.

En la ducha, mientras el agua daba forma a su cuerpo —ese era su ritual matutino para encarnar del todo—, recuperó algunas hilachas del sueño.

Una niña vestida de blanco corría descalza delante de él. Cada tanto se daba vueltas, sonriente, divertida al ver que él no podía alcanzarla…luego se perdía en la bruma.

Pensó que su hija Dana ya era una mujer. Quizás él no le había trasmitido las cosas de la vida que sentía que eran importantes, por lo menos no con palabras. Aunque bien sabemos que las cosas importantes no se dicen con palabras.

Un padre siempre es torpe, siempre llega tarde con sus advertencias, siempre cuando las cosas ya sucedieron.

Es así. Demasiado ocupado por mantener la barca a flote, y recordando al Mago de Terramar coser con magia las tablas de su barca en la tormenta, creyó que eso era lo fundamental. Distraído él en sobrevivir, sus hijas crecían y él no las disfrutaba.

Roak tenía un sentido épico de la vida, siempre con moño. Daphne, su mujer, parecía hablar dentro de su cabeza anticipándose a sus pensamientos. Ella fue quien le propuso esa manera de acercarse: en un viaje tendrían que compartir momentos, la oportunidad para trasmitirle lo que deseaba.

Le vinieron sentimientos contradictorios: era cierto que habría tiempo para conversar, y precisamente, esa escena, la del tiempo. se le apareció como vacía. ¿Y si cada uno se refugiaba en su pequeño mundo de seguridad y no encontraban el puente para encontrarse?

Podría pasarles porque Dana y él eran expertos en blindar sus emociones y volverse crípticos para el resto. Miedo y Orgullo. Un orgullo que ni siquiera permitía el registro del miedo.

Aquel sería entonces uno más de esos viajes en paralelo que la vida nos tiene acostumbrados, eso sí: con pequeños puntos de contacto.

 

¿No era así el registro frecuente que tenía? La imagen del Martín, de El Túnel de Sábato,  hundido en sus penumbras,  viendo solo de a ratos a María a través de las pequeñas ventanas del techo, mientras avanzaba por el túnel oscuro casi sin esperanzas.

 

Es increíble como las imágenes de los libros de la adolescencia nos prestan formas para dar cuenta de las cosas en esa etapa tan turbulenta e indescifrable. Luego, las formas quedan allí, nostálgicas, esperando que el estado se repita para cumplir nuevamente su función de maestras ciruela. ¿Por qué no quedan tan pregnadas otras escenas más actuales?

Se preguntó por que motivo cambiaría ese patrón de orgullo, miedo y encierro en este viaje, ¿basta solo tener conciencia para poder cambiar?…

(como continuarías este cuento? te invito a realizar un cuento colectivo a traves del blog… escribilo como comentario y yo agrego la continuación…)